viernes, 21 de agosto de 2015

UX 9052

“Pasajeros del vuelo UX 9052 con destino a Madrid, embarquen por la puerta número 6”.

Miro por las grandes cristaleras del aeropuerto de Tenerife Norte y veo las montañas. Me despido mentalmente hasta la próxima del cielo azul brillante (parece que Los Rodeos se despide de mí hoy mostrándome su mejor cara y no hay ni rastro de niebla).

Respiro, tomo aire, lo siento pero Tenerife huele diferente. Huele a mar. Huele a monte. Huele a arena negra y a las croquetas de jamón de mi madre, esas que siempre que vengo, me hace con todo el cariño del mundo. Y si sobran, “¡pal’ avión!”.

Saco mi móvil y escribo a mi madre: “Embarcando”.

Vibra el móvil: “Buen viaje. Avisa cuando llegues” – Contesta ella seguido de miles de emoticonos de madre de besos, corazones y bailaoras de flamenco. Yo sé que en el fondo ella no quiere que me vaya, una vez más.

Vivir fuera, a ratos, apesta.

Sentada en el avión saco a mi más fiel amigo, el que va conmigo allá a donde vaya, aunque sea de vacaciones, mi portátil. Pienso en la vuelta a Madrid. Allí me espera mi tercer piso de alquiler en dos años y medio. Odio las mudanzas. Odio los alquileres y sus contratos con cláusulas abusivas. Allí me esperan todas mis cosas aún metidas en cajas. ¡Vaya pereza, yo me vuelvo a mi isla!

Pienso en todo lo bueno que me ha dado Madrid estos años, y en lo mejor, Enfermera en apuros. Vosotros.

Vale, en Madrid no hay playa ¡vaya, vaya!, pero está mi trabajo. A muchos os pasará, la enfermería esta revuelta. Ya no trabajamos donde queremos, sino donde podemos (o nos dejan).

Vivir fuera, lejos de tu casa, de tu familia, tus amigos y tus sitios de siempre a veces es duro. No siempre lo pasas bien y no siempre tienes comida en la nevera.

Hoy pido Telepizza. Aún la nevera de mi nuevo piso no funciona. ¡Vaya, a la mierda el intento de dieta!

Me encanta lo que hago a pesar de las 1.000 horas semanales que le echamos al proyecto. Sé que estoy haciendo lo correcto, pero hoy quiero confesarte (como la Pantoja), que a veces saldría corriendo. Todos los que vivimos fuera de casa por motivos laborales hemos sentido esto alguna vez. Sobre todo cuando abres el Facebook y ves a tus amigos de farra, en los mismo sitios de siempre, viviendo muy “agustote” como decimos en canarias.

Hoy quiero contaros esto, que casi siempre, tomar las decisiones más difíciles, coger el camino más complicado, el más duro y solitario, tiene recompensa. Yo la tengo todos los días cuando me mandáis emails bonitos, cuando veo vuestras fotos en Instagram con los productos apurados o cuando veo un libro ilustrado sobre la enfermería en las tiendas y librerías de todos los rincones de España.

Ánimo a todos, pero en especial a los que cogemos caminos difíciles. A los que trabajáis en el extranjero, a los que estudiáis el EIR, a los opositores, a los investigadores, a los docentes, a los asistenciales puteados. A todos. Ánimo. La enfermería está revuelta, pero nosotros podemos con esto y más, podemos cambiarlo. ¡Vamos a por ello!

Yo hoy cenaré pizza, porque no tengo la nevera enchufada aún, pero me la cenaré contenta. Estoy consiguiendo cosas maravillosas y todo gracias a vosotros. Volveré a Tenerife, y espero que para quedarme, pero ahora no puedo. Hay que seguir trabajando, apurado. Os quiero. A todos.

Nunca he escrito nada tan personal como este post, pero creo que el momento ha llegado y necesitaba abrirme a vosotros y contaros un poco más sobre algo que os pasará a muchos de vosotros, los que tenéis que vivir lejos de casa.

Los vuelos no me sientan bien, desvarío.

Adiós 24 grados, hola 35 grados.

Besos apurados.

Ana Polegre.


2 comentarios:

  1. Enhorabuena por el post. Una entrada genial y personal. Comparto lo de vivir lejos pero también lo de que merece la pena.

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